2009, un año que se fue leyendo
Dedicado a Iván Partida
Como cada año, mi lista de lo mejor y peor de los libros que leí en el año en que todos vivimos en peligro.
Lo profundo, las bellas letras, los clásicos, los grandes, las Vacas Sagradas:
- Guerra y paz León Tolstoi.
Aparte de lo ya apuntado en el post “Las conjura de los necios rusos”, en el tiempo que ha transcurrido desde ésta la primera lectura de esta inacabable novela, he llegado a la interpretación, un tanto irresponsable, de que Tolstoi usó y se sirvió de los dos extensos poemas homéricos para tratar asuntos de su tierra y de su tiempo. ¿Qué son Natasha Rostov y María Bolkonski sino penélopes románticas? ¿Qué son Andrei, Nikolai y Pirre sino incansables odiseos y aquiles guerreros?
- El hombre invisible H. G. Wells
Borges, en uno de sus ensayos incluido en Otras Inquisiciones, llamó a este autor victoriano “más talentosos pero menos profundo” que Henry James. Al margen de esa declaración, es sorprendente el relato de un hombre que siendo invisible, logra tener lo que nunca pudo en su estado anterior, esto es, la –terrorífica- notoriedad.
- La Ilíada Homero
El canto de una milenaria cólera de aquel guerrero de pies ligeros que aún resuena como el eco entre las ruinas de la humanidad.
- Odisea Homero
Éste canto es el origen, el punto de partida, de todas las venturosas narraciones de guerreros viajeros que se han escrito desde entonces. Y también es el origen de un mal, aquel eterno retorno al que están condenados sus cautivos lectores.
- Edipo Rey Sófocles
Un famoso sicólogo vienés del siglo antepasado usó cómo pretexto el trágico destino de éste héroe estático para propagar una teoría errada y un diagnóstico mal entendido: aquel complejo de Edipo. Leí con atención: La vida de Edipo es sólo un ejemplo de que la llegada del destino es inevitable, y que para alcanzar la anhelada paz, primero habrá que pasar un verdadero trago amargo. ¿Complejo de Edipo? No. Sólo complejo de Freud.
- Papá Goriot Honoré de Balzac
De Balzac se cuenta que con su obra buscó formar una crónica puntual de aquella vida francesa del siglo XIX, ‘la comedia humana’: ésta novela es un claro ejemplo de ello: narra los vicios, los deseos reprimidos y las actitudes que se interrelacionan, chocan y contraponen de un ex convicto, de una casera, de un bachiller –Eugéne de Rastignac, eje de la novela-, y del ya famoso pére Goriot junto a sus mal agradecidas hijas: un fresco costumbrista que adquiere movimiento en el hondo recuerdo del lector.
- El Proceso Franz Kafka
Un hombre, de quien no tendríamos que recordar su nombre, es requerido por un "sistema judicial” que lo envuelve en un “proceso” fantasmal. El hombre, movido entre las agua de la curiosidad, el asombro y su propio resentimiento, convierte lo que pareciera fortuito como un asunto personal: una vez asomado al abismo, Josef K. decide lanzarse al oscuro vacío.
- La educación sentimental Gustave Flaubert
‘Educación sentimental’ es una binomio de palabras que usamos con algún posesivo para indicar que con cual o tal cosa nosotros nos educamos, o que crecimos viendo, oyendo o leyendo aquello o esto: las películas de Steven Spielberg fueron parte de mí educación sentimental: porque crecí con ellas. Pues éste clásico relata eso, las disyuntivas morales de un adolescente provinciano –Fréderic Moreau- que lejos de querer ejercer la abogacía desea una mujer y dinero suficiente para la buena vida; todo ello en vertiginosas imágenes que se traslapan gracias al afilado estilo de su autor, revolución incluida. El destino final, un rencoroso y envejecido Moreau que recuerda lo que antes solía hacer.
- Lolita Vladimir Nabokov
El despertar sexual de una joven norteamericana de un suburbio clase mediero más el impulso erótico y artístico reprimido de un escritor europeo en decadencia: aunque lo provocador no son los deseos de un padrastro queriendo abusar de su hijastra, sino aquellas pequeñas cosas del american way of life que se esconden bajo un tupido velo de pretendida perfección.
- La guerra del fin del mundo Mario Vargas Llosa
Una de las pocas novelas de grandes pretensiones literarias que se hayan escrito en las últimas décadas en lengua española. Muy aparte de lo que ‘los críticos’ ya han apuntado de ella –buscad en la internet-, dejad que aporte un mala interpretación mía: hay tanta carga sexual en la novela, que el ejército brasileño subiendo por las escarpadas colinas no es más que un falo que pretende entrar con violencia en ese agujero afelpado oscurantista que es Canudos: eso como mero simbolismo, muy aparte de otros impulsos carnales –acá todo parece ser visceral- al que están sometidos los personajes.
- El guardián entre el centeno J. D. Salinger
Holden, el protagonista, pregunta, al pasear en taxi por Manhattan, que a dónde vuelan los patos del parque cuando el agua se hiela. El taxista no responde. Holden insiste, pero al notar que el taxista –un adulto- se exaspera, cambia el rumbo de su conversación. Los patos, símbolo de una breve pero dolorosa etapa de la vida, van hacia aquel otro lado en el que Holden lucha por no entrar, como al niño que quiere salvar de caer en el centeno.
- La invención de Morel Adolfo Bioy Casares
Existe una novela en español que dialoga con lo mejor de la tradición fantástica de las letras anglosajonas, y esa es ésta novela breve, aunque no menos profunda, de Bioy Casares. Es tan poderoso su argumento que es difícil definir en qué estado se encuentran los moradores de aquella misteriosa isla a la que ha llegado el naufrago Morel: no están muertos, tampoco vivos, no son zombies, no son proyecciones de la conciencia, no son imaginarios, no son fantasmas…
- La canción de Salomón Toni Morrison
Harold Bloom, un crítico norteamericano, apunta que Morrison se cambió el nombre: Anthony por Toni, buscando acentuar su feminidad. Al igual, Macon Dead –muerto, en inglés-, el protagonista de esta novela tiene un nombre que aborrece. Emprende una búsqueda, y en su odisea, encuentra algo más que una vindicación personal.
- Cartas a un joven poeta Reiner María Rilke
Las recomendaciones de un poeta en plena madurez hacia otro en ciernes: lectura obligada para los creadores.
- Demian Hermann Hesse
Si tanto Moreau, el personaje flaubetino, como De Rastignac, el personaje balzaciano, buscaban satisfacer sus necesidades materiales y carnales más presentes, en este novela de crecimiento, Sinclair, el adolescente protagonista, busca algo más que entrar al mundo de los adultos –al igual que Holden, el guardián entre el centeno, pero en sentido contrario-: desea una reafirmación intelectual, algo que redefina lo que le enseñaron sus padres.
- La muerte de Iván Illich León Tolstoi
No hay otro comentario: ésta es la mejor biografía de la vida entera de un hombre -ficticio o real, lo que menos importa-. Manías materialista, las del personaje, incluidas.
- El extranjero Albert Camus
Si no fuera por mi nacionalidad y otras condiciones en las que nací, aparte del año, los padres y demás circunstancias como el hecho de ser alguien real –al menos en mi imaginación- diría que ésta es mi novela: no porque esté de acuerdo con ella –su nihilismo- sino porque yo tampoco no sé porque, a veces, actúo de cierta forma, cual extranjero.
- Lord Jim Joseph Conrad
Aparte de aventuras en alta mar y demás elementos exóticos presentes en esta novela, tuan Jim se me antoja como la conjunción de dos maldiciones: tanto la de Odiseo –huye y se mueve cada cierto tiempo por toda la geografía asiática y oceánica- como la de Edipo–carga con hondas culpas-.
- Drácula Bram Stoker
Para quitarse las telarañas y toda la basura que ha distorsionado una vieja y bella tradición, nada mejor que remitirse a la fuentes originales: Los personajes y los elementos vampíricos que prefigura Stoker en esta novela –como el romanticismo, inherente, y la postergación de la muerte- fueron tomados, a su vez, de la tradición rumana. Un relato clásico que aún, por fortuna, permanece intacto.
- Siddhartha Hermann Hesse
Siddhartha es la versión oriental de Max Sinclair, aunque acá la búsqueda y realización espiritual es más honda, y la supresión del “mundo de los adultos” alcanza otros extremos. Siddhartha es un extranjero y un asceta, y un profeta tanto empírico como teórico. La clase de literatura, este comentario entre paréntesis, que debe leerse en las escuelas.
- Vida del buscón llamado Pablos Francisco de Quevedo y Villegas
Disculpe su merced, pero a pesar de ser ésta de una las mejores novelas breves y picarescas que se han escrito por uno de las mejores plumas en español –y otra vez, disculpe-, no recuerdo absolutamente nada de lo narrado. Lo sé, que me bañen en gargajos.
- Mil grullas Yasunari Kawabata
He de confesar un imperdonable punto flaco en mi formación lectora: no conozco a profundidad la tradición clásica del Japón. No he leído, todavía a Yukio Mishima, por ejemplo, ni a Murasaki, aunque su magna obra espera paciente en mi biblioteca. Así que me extrañó el tiempo y la mesura, la extrema delicadeza y la puntual descripción en esta novela, obra de un Nobel que influyó a otro Nobel de estas tierras, García Márquez. En Mil grullas hay simbolismos a los que hay que atender, como lector, con especial agudeza: los objetos no son siempre meras cosas inertes, máxime si pertenecieron a ciertos muertos: hay algo de vida de aquellos aún en ellos.
- El hospital de la transfiguración Stanisław Lem
Lem es –dado que aún palpita su mano entre sus libros- un fino prosista, un delicado delineador de personajes y situaciones y un poeta filósofo, que se codeó y se guareció bajo las sombra de los mejores –has sido puesto al lado de Borges, por ejemplo-. “El hospital…” de las permutaciones y de los sinécdoques: una supresión inquietante para narrar algo mucho más grande: horror y simbolismo en una lobotomía: el odio nazi y la Segunda Guerra.
- El último encuentro Sándor Márai
Aunque al inicio de la novela pensé que tenía mucho de La educación sentimental y demás novelas de crecimiento, mis dudas se disiparon cuando tomó forma propia en una profunda y larga disertación sobre la fraternidad, la lealtad y la vejez, a través del reencuentro de los dos viejos amigos: los Cárpatos cobijan toda clase de vampiros –ésta frase hay que entenderla en los términos de la traición-.
Lo divertido, lo estimulante, lo retorcido, lo moderno, la Nuevas Letras:
- Hacia rutas salvajes Jon Krakauer
Llegué a este relato periodístico gracias a la adaptación que hizo de ella Sean Penn hace dos años o más, y encontré en él, aparte de cosas divertidas y algunas reflexiones sobre las inquietudes de un niño bien norteamericano de una familia tradicionalista, la verdadera dimensión del personaje: una mezcla de asceta quijotesco y romántico envilecido, no por sus gustos literarios, sino por el despejo de sus padres hacia él, en especial de un exitoso padre.
- Plata quemada Ricardo Piglia
La prosa de esta novela es un encanto en cuanto al manejo del habla barriobajero de la Argentina, mezclándolo, parte y parte, con los discursos introspectivos y la crónica periodística; pero más allá de ello, lo que más me llevó a seguir leyendo fue el morbo, no de ‘la plata’, sino de la relación entre los atracadores salvajes.
- Pantaleón y las visitadoras Mario Vargas Llosa
Se le considera una obra menor dentro de la bibliografía del autor sólo por ser una novela de género; en este caso, la comedia. Dejando a un lado las clasificaciones y las motivaciones propias del autor –como la denuncia social, tan recurrente en él-, es una delicia el personaje principal, quien aplicó toda su formación castrense –como la obediencia y el honor- a una organización semiclandestina de putas al servicio del ejército peruano: y ahí reside parte de su encanto.
- Dionisio Vivo y el señor de la coca Louis de Bernières
Mezcla entre Tom Sharpe y Gabriel García Márquez, De bernières resulta en esta novela, al menos, como un autor inglés que maneja muy bien el humor a la hora de denunciar las cosas más absurdas de una sociedad –y más cuando se encuentra envenenada por el narcotráfico-, rayando incluso en la literatura maldita, con buena dosis de humor bastante negro, pero por fortuna, sin caer en las cursilerías del Nobel colombiano.
- La visita al maestro y Zuckerman desencadenado Philip Roth
Zuckerman es un personaje que bien puede verse como el alter ego de Philip Roth, el cual aparece en cinco novelas más aparte de las cuatro que conforman Zuckerman encadenado. La primera narra los inicios del autor, cuando buscaba la confirmación de su ars poética en manos de un viejo escritor huraño, mientras que su padre lo desprecia por un sólo cuento donde ‘compromete’ a su familia (judía); mientras que en la segunda parte, Zuckerman, un autor consolidado por la publicación de una novela maldita, padece los riesgo de la fama, y de la mala interpretación de la literatura, sin llegar a conocer el perdón de su padre.
- Ganas de hablar Eduardo Mendicutti
Tanto en el cine como en la literatura, ya no digamos los artículos de lujo ni de marcas de ropa, existen términos que gustan a los publicistas: turismo gay, cine gay, y lo que es peor, literatura gay, que buscan satisfacer a un público cautivo. Tildar esta novela con esa etiqueta es un error demencial, dado que el protagonista es pura voz y reflexión, de principio a fin: las ganas de hablar de un maricón envejecido.
- Flores Mario Bellatin.
Jardín de símbolos, sensaciones, tramas, géneros, personajes e intenciones (y de complicadas interrelaciones entre sus diferentes capítulos), “Flores” es un tramado cuyo hermetismo, en palabras de Iván Partida –fiel seguidor de Bellatin-, hace un “llamado al cuerpo, a la piel, al mundo de los sentidos y las pasiones”. Leerla fue un –complicado- desafío.
- Fuga para una isla Christopher Priest
No sólo fue un descubrimiento leerla sino un descubrimiento tener el libro en mi biblioteca personal, y llegué a ella gracias a Iván, quién me recordó la entrevista que le hicieron a Priest en Letras Libres hace un tiempo –y que yo leí también, pero que había olvidado-. Esta novela es el relato de un hombre que busca salvar a su familia sin querer participar en la salvación de su país tras una invasión en masa de inmigrantes. Y también es, de hecho, un antecedente directo a La Carretera de Cormac McCarthy. Pero acá el final es distópico, y no menos inquietante.
- Mañana en la batalla piensa en mí Javier Marías
Marías es, al menos en esta novela, un prosista raro, de lo que poco que he leído de la novela en español que se escribe en estos tiempos: llega incluso a ser musical por sus repeticiones de frases enteras. Bebe tanto del cine clásico hollywoodense –lo cual acepta como su formación- como del teatro shakesperiano –se nota en la trama-. Y aunque la novela en sí no es muy profunda, sí se plantea una cuestión: ¿qué hacer con los muertos cuando la muerte llega en el tiempo y lugar equivocados?
- La conjura de los necios John Kennedy Toole
No hay otra sentencia, “La conjura de los necios” es carcajada pura; un clásico del humor hecho buena literatura, y la construcción de un personaje tan odioso –obsérvese tan sólo la ilustración de la portada- como inventivo: un holgazán conjurador en todas sus letras. Olvídese de las ‘buenas maneras’: porque Toole también critica y atiza en las heridas de la sociedad norteamericana.
- Siete pecados capitales Milorad Pavić
El personaje principal de esta serie de cuentos es el lector mismo –lo cual no se advierte al principio-. Ahí reside su magia y su grandeza, tal como la literatura que hiciera el gran Julio Cortázar.
Lo aburrido, lo fallido, lo superficial, lo pretencioso, lo ‘Best-Seller’:
- El espejo de Beatriz Antología.
Antología de cuentos premiados en el certamen “Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo”, del 2001 al 2007. Si esos son los ganadores y los finalistas, el tomo resulta una radiografía del bajo nivel de la narrativa mexicana de ahora. Pero hay que ser justos, no todos los cuentos son malos: dos son buenos (“Mirar hacia atrás” y “We go together”), y sólo uno es excelente, “Perros” de Juan Alfonso Nava Cabrera.
- La señorita Smila y su especial percepción de la nieve Peter Høeg
Una señorita danesa, Smila, quien no tiene novio, ni marido, ni dildos, ni trabajo, emprende las pesquisas que resuelvan la muerte de uno de sus vecinos, un pequeño niño. Toda la ‘intriga’ y la ‘extraña’ conspiración de una ‘poderosa’ empresa danesa en la muerte ‘misteriosa’ del pequeño Isaías concluye con una roca extraterrestre en Groenlandia infectada de cisticercosis. Es una lástima.
- El guardián del vergel Cormac McCarthy
Siendo un poco injusto, “el guardián” de McCarthy no conectó conmigo. Fue un placer leer otra vez esa prosa suya tan característica –escasos son los signos de puntuación- y tan poética en las descripciones, pero más allá de eso no la recuerdo, ni tampoco a sus personajes.
- Soldados de Salamina Javier Cercas
Existe en el mundo literario cierto entusiasmo por Javier Cercas, y creo saber el porqué: se cuelga de eventos históricos para narrar (en este caso, la suerte de un escritor franquista). No lo hace mal, pero tampoco es un fino estilista (como un Vargas Llosa, por ejemplo), y esta su novela más emblemática, tiene cabos sueltos –como un gratuito viaje a Cancún- y sabor a oportunismo, como la aparición de su amigo el escritor Roberto Bolaño. Sobrevalorada.
- Toda esa gran verdad Eduardo Montagner
Ésta novela es pura intención, escrita con mucho sentimiento –se nota en las frases y en los personajes-: la intención de narrar, y la intención de escandalizar. Pero es sólo eso, y no alcanza profundidad, ni en su forma, ni en su discurso. Los diálogos son de telenovela, muy flojos y mal logrados.Tiene buenas reflexiones acerca del fetichismo, pero Montagner las estiró demasiado en demasiadas páginas.
- El lector Bernhard Schlink
Bernhard Schlink no es un escritor que sea abogado –o que en ello trabaje para vivir, cosa bastante válida-, sino que es un abogado que escribe, y la diferencia radica en la falta de talento: la prosa es acartonada, la trama es lineal, de principio a fin con ciertas reminiscencias, y las escenas eróticas lucen por todo menos por el erotismo, algo que se logra con el buen uso de la lengua –cualquiera que esa sea-. Y por momentos, de tanto escritor clásico citado, parece que estamos dentro de la casa amueblada de una viaja tía artrítica.
- Temporada de caza para el león negro Tryno Maldonado
Tal vez el acierto más grande de la segunda novela del oaxaqueño Tryno Maldonado sea su brevedad, y la brevedad de sus capítulos. ‘El creador salvaje’, algo que podemos encontrar en la literatura beatnik –recuerdo los poetas drogadictos y borrachos de Música de Cañerías de Charles Bukowsky-, es el tema de la novela, es ‘el león negro’. Pero no hay que confundirse, porque Tryno sólo se sirve de una tradición, pero no la transgrede y la forma en la que narra ciertas situaciones, como pueden ser la intensidad y la ocurrencia con la que Golo el pintor y su novio cogen, ni siquiera escandalizan. Es decir, esta novelita gay, como la de Montagner, se queda corta.
Lo ‘no sé en qué lugar estoy, ni qué día es, ni cómo me llamo’:
- Crónica del pájaro que da cuerda al mundo Haruki Murakami
Hace un tiempo ya que escribí el post “Tooru en la orilla”, un apunte al vuelo en el que cuestiono ciertos aspectos de la vida de este hombre atormentado por el canto de un pájaro de gravedad. Cito como ejemplo:
…Mi problema, es que no alcanzo a ver la perfecta ilación que debería haber entre, por ejemplo, la historia de Boris, el despellejador, con la de Tooru…
Y desde ese tiempo hacia acá, las dudas aún no se disipan, más bien persisten. Tal vez sea que desconozco cierto simbolismo, tal vez sea que debo leerla otra vez porque no entendí nada, pero lo cierto es que Murakami aún no me entusiasma. Guardo en mi biblioteca a otros autores japoneses: Murasaki, Akutagawa y Oé. Tengo la certeza de que en cada corazón occidental late una llama oriental: ¿cuál de los autores japoneses que aún me faltan por leer tenga la llama que late por la mía?
- El arco iris de gravedad Thomas Pynchon
Reseñar ésta novela me es difícil, y dado que me es más fácil transcribir lo que dice de ella la contraportada de la edición de Tusquets, es eso, al menos, lo que haré: “Tyrone Slothrop, un militar estadounidense que trabaja para la inteligencia aliada en Londres, en 1944, padece un grabe problema: siempre que cae una de las bombas autopropulsada V-2, él tiene una erección. De niño, Slothrop fue sometido a experimentos pavlovianos por el profesor Laszlo Jamf, un loco científico alemán que trabaja para los nazis”.
Pero mejor dejemos ahí esa breve reseña antes de que las cosas se pongan más bizarras porque, a estas alturas, las dudas saltan: ¿una erección debida a una bomba? Las asociaciones sexuales es una de sus principales características: filias y fobias aquejan a varios personajes. Pero en pocas palabras, digamos que Slothrop es un personaje quijotesco que viaja por media Europa castigada por los nazis en plena Segunda Guerra buscando desfacer un sólo entuerto, el suyo. En ese viaje a los infiernos –donde no falta el humor- descubre un plástico, el Imipolex G, producido por una empresa –no recuerdo si fue Siemens o la Dupont o la General Electric-, el cual usó Jamf para experimentarlo en las partes nobles del pobre Slothrop cuando éste era protegido de aquel, antes de la guerra. En ese viaje encontramos a una pandilla de africanos que buscan fundar una colonia en Alemania y que creen que el cohete 00000 es un Dios, a un desquiciado militar nazi que tiene dos esclavos sexuales, a unos esotéricos oficiales aliados de Londres, algunas reflexiones sobre Borges y el lamento gauchesco, a unos prófugos que robaron un submarino en América del Sur, a una ciudad entera comandada por puros niños, a una temeraria actriz nazi que se esconde de Goebbles, al Pato Donald, al mafioso Dillinger, a unas bombillas eléctricas que se comunican entre sí a través de una red que alcanza kilómetros de largo como si de neuronas se trataran, a un sodomita que gusta comer el excremento de su mujer, a un pulpo gigantesco entrenado, a una sesión espiritista, a un cuarto búnker de homosexuales, a los empresarios masones y sus misterios, algunas ideas sobre la libertad:
“…-Si supiera cómo, os liberaría. Pero aquí afuera no hay libertad. Todos los animales, las plantas, los minerales, incluso hombres de otras clases, son rotos y reestructurados todos los días para preservar la minoría selecta de unos cuantos que son los que más teorizan sobre la libertad y que resultan ser los menos libres de todos…”,
y también apuntes sobre la guerra:
“…No debe olvidarse que el verdadero negocio de la guerra es comprar y vender. El asesinato y la violencia se rigen por normas subjetivas, y pueden confiarse a los no profesionales. La naturaleza masiva en tiempos de guerra es útil en muchos sentidos. Sirve de espectáculo, equivale a maniobras de diversión de los verdaderos movimientos de la Guerra. Proporciona materia prima que será registrada por la Historia para que ésta pueda ser enseñada a los niños como el encadenamiento de violencias, de una batalla tras otra, y dejarlos así más preparado para el mundo de los adultos…”,
y sobre la arquitectura:
“…El vehículo en movimiento es congelado en el espacio para convertirse en arquitectura, en algo que queda fuera del tiempo. Nunca fue lanzado. Nunca caerá.”,
y al final, a la vuelta de mil páginas (la edición de Tusquets cuenta con 1148 páginas) todo termina con un suculento banquete del que sólo os dejaré una pequeña muestra:
–Yo creo que podríamos planear una comida mejor que ésta –afirma Roger sacudiendo el menú-. Aperitivo de placenta, para empezar, y luego tal vez unos emparedados de carnecita sabrosa, con las costras previamente arrancadas, naturalmente…, ¡o bizcochos de albóndigas nasales! Mmm, sí, con mayonesa de mocos… y un poco de suculentas babas por encima…
–Ya comprendo –dice Comando Connie-, tiene que ser bien cochino. ¿Qué tal unos… pastelillos de corrida?
–Bien, pero antes hemos de escoger las sopas, nena –replica el mismo Bodine, imperturbable-. Déjame sugerir primero un consomé de cáncer, o tal vez caldo de bilis.
–O vichyssoise de vómito –propone Connie.
–Has dado en el blanco, chica.
–Ensalada de quistes –prosigue Roger-, con algunos alegres y vistosos cuadritos de gelatina de aborto, ligeramente espolvoreados de caspa.
Apunta Hugo Hiriart en su ensayo titulado “Deliberación artística e imaginación” incluido en Los dientes eran el piano, que “el artista se guía por cierta necesidad que siente aparecer en su trabajo, no por sus predilecciones o simpatías inmediatas y personales”, además que “la inventiva literaria consiste, en buena medida, en jugar con regularidades, modificándolas, contradiciéndolas”. Es claro que Thomas Pynchon, en esta crónica del cohete que da cuerda al mundo, usa de sus necesidades como narrador y que modificó y contradijo todas las regularidades sobre las cosas que fue narrando, pero lo que seguirá siendo un misterio y un reto, es el porqué y cómo lo hizo, cómo se inventa o se imagina algo tan gigantesco. Y leerlo, no es menos venturoso o desafiante, pero al igual que la novela de Murakami, éste pobre bloguero se queda con la noción haberse perdido un tiempo: ‘dónde estoy, qué días es, cómo me llamo’.
Comentarios