“Dime, el mañana ese, Póstumo, ¿cuándo viene?”*

Bien, he vuelto al trabajo. Y con el trabajo han vuelto el estrés, la lectura es un “no va más”, y escribir apenas una posibilidad. Aunque hoy me he sentado a escribir, cierto es que he tenido que dejar de lado ciertas actividades laborales. Más bien, he procrastinado. No, procrastinar se conjuga sólo en presente continuo, o en cualquiera de las modalidades del pretérito, cuando “dejar de hacer”, es, por fin, otro “no vas más.” Me corrijo: estoy procrastinando. Procrastino un presupuesto. Procrastino otro presupuesto. Procrastino una llamada telefónica (con un cliente). Procrastino otra llamada telefónica (con otro cliente). Procrastino leer un libro, increíblemente Thomas Pynchon, y procrastiné a Thomas Pynchon por andar en Martínez y por leer artículos en la Gatopardo. Procrastino escribir mis cuentos de mi proyecto por viajar. Por viajar a Martínez y a Xalapa es que he procrastinado escribir. Nunca nadie diría procrastinaré. Pero aquí excepcionamos la regla (y de paso inventamos conjugaciones de verbos inventados: excepcionar) para pronosticar una procrastinación: el sábado también obviaré leer a Thomas Pynchon, hacer un presupuesto, y escribir/revisar el alcance/avance de mi proyecto literario (obviar: sinónimo de “dejar de lado, para mañana o pasado mañana”). Otros dos sinónimos: de pronóstico: presuponer, proyecto. Yo me descubro procrastinando presuponer, y también proyectar (y de paso, trabajar). Para mañana o pasado mañana presupondré y proyectaré, porque hoy, aquí y ahora, procrastino.

Bien, hoy he vuelto al trabajo. Mejor, he vuelto a mi otro trabajo. Para algunos trabajar en leer (es decir: consumir, fatigar, horas-nalga en la lectura de libros es más un placer que un trabajo, pero cierto es que hay trabajos placenteros), es un “no trabajar”, y escribir, una vaguedad. “Escribes, entonces, un vago eres.” Yo había trabajado, tanto en la ingeniería como en la escritura creativa. Por hacer lo primero pierdo tiempo para lo segundo, y viceversa. Ayer, por ejemplo. Pasé horas-nalga en un hospital. Procrastiné mi trabajo de escritor. Debía esperar la conclusión de una reparación menor, en un hospital rural donde nacen niños de niñas/adolescentes que procrastinarán estudiar porque sus madres también procrastinaron leer, escribir, multiplicar y restar. Reparé una falla menor porque el constructor del hospital obvió trabajar, luego se deduce que cosa procrastinada se puede reparar. También he obviado la ingeniería (mi única entrada de billetes y monedas) por escribir. Y viceversa. Me pregunto si, después, en el futuro (ese lugar utópico donde está aquella cosa que hemos dejado para mañana o pasado mañana), pueda alguien repararme ese algo por procrastinar.

*Fragmento de una sátira de Marco Valerio Marcial.

Tomado de este ensayo de Gabriel Zaid.

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Un güero póstumo que lee, y no mata cuervos.

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