Actuar que se escribe

Parece una moda usar el Office alternativo (y este post fue escrito en uno Libre de ellos). Espartaco Sánchez presume, aparte de cuántas palabras lleva escritas en el día, de capturas de pantalla en donde se ve una versión Open de Office con los avances y retrocesos de su ardua tarea de escribidor. Un cruce entre el work in progress y el performance. Me preguntó qué móvil puede llevar a un artista a abrirse (rajarse, chingarse) de esa forma, ante su amigos, o sus fans. ¿Se dibujó Leonardo mientras dibujaba? ¿Se esculpió Miguel Ángel mientras acariciaba con su cincel las curvas y pliegues del David? Cineastas, compositores y rockeros, por su naturaleza audio-visual, son lo más propensos a (de)mostrar cómo trabajan, cosa natural en ellos.

Pero lo que hace Espartaco Sánchez resulta ser apenas una ligera extravagancia, un recurso para mitigar sus frustraciones (o vayan a saber qué cosas), pero lo que sí produce auténtica rasquiña son los jams de escritura. Funciona así: un escribidor, ante un público, acompañado de un disc jockey o trovador o salsero, demuestra (quién sabe qué, quién sabe a quién) mediante una pantalla, cómo es que va hilando sus parrafitos, frase por frase. Avanza, retrocede, borra, corrige, mientras aquel músico intenta llevar el ritmo del trabajo y el público mira alelado. Para quienes escribir es un acto romántico, me temo que el proceso no funciona así. ¿Qué hay de aquellas tensiones padecidas por un escritor mientras trabaja y que son liberadas soltando una sonora flatulencia? El estrés y los nervios suelen afectar al colon. Y un buen ‘pedo’ liberado sirve relajar los músculos, distender el ánimo y sortear ese punto y seguido en el que nos habíamos atorado. Son placeres que se veda un escritor cuando se raja, y decide actuar que escribe.

¿Quiénes son los que han participado en esa indecencia? Xavier Velasco y cualquiera que publique libros a destajo. Cualquiera para quienes publicar sea un espectáculo y tenga un contrato firmado con Alfaguara. Imagínese a Flaubert. El hombre, peor que pantera en celo, estrujando sus escritos en la mano mientras relee en voz alta cada una de sus frases, buscando siempre la perfección. ¿Haría lo mismo en un escenario? Lo cierto es que de un jam de escritura no saldrá ninguna obra maestra. Su quehacer es efímero y el producto también: se desvanece apenas termina el show, y los asistentes hacen fila alelados para comprar un ejemplar de esa última novela que ha publicado el escribidor. ¿De qué oficina de marketing salió esta idea?

Rafael Lemus opina un tanto lo contrario. Tal vez sea posible escribir ficción, o una hermana bastarda de la poesía, ante un público, ¿pero crítica literaria?

Y sí. Los escritores, consagrados o no, son propensos a escribir sobre ellos mismos. Pululan las novelas ombligófilas, y hay autores que han hecho carrera con novelas inspiradas de olerle el ombligo a la propia literatura: Enrique Vila-Matas. En un post de algún blog, el bloguero pretendía demostrar que Roberto Bolaño no era una casa con las ventanas invertidas hacia el interior. Que el hombre también escribía hacia afuera de esa casa, incluso escribía más allá de la verja. Un poco de acuerdo. Pero no hablo de escritores que escriben, o no únicamente, para referirme a la ombligofilia. Sino de las novelas que hacen de la discusión literaria el tema central: cruzan un poco las novelas de ideas con las novelas de acción. Los personajes son y están cercanos al mundo literario: escritores (por principio), lectores, críticos, académicos, editores y todo la fauna. Si el autor no tiene un buen manejo de la prosa y demasiada inventiva (Piglia), su recurso y tema puede aburrir (Vila-Matas). Pero ¿cómo llamar a quienes se lamentan de lo mal que los ha tratado la vida en tanto escritores? Ombligofilia y sadomasoquismo. No me dieron la beca, no pude escribir más que X palabras, no gané tal certamen de cuento, no me publicaron en X revista, me censuran en tal periódico en donde cubrí tal reportaje, miren cómo me censuran y no quieren que gane, miren cómo no quieren que gane!, y así el rosario.

El blog aceleró el proceso de publicación de un texto. O todavía más: eliminó todas las trabas, burocracias, filtros, y cargos impositivos. Pero se convirtió en el tiradero de las frustraciones, en un vertedero municipal. Los que no escriben pero tienen blog publican fotos (de otros, casi siempre). Los escribidores blogueros también se rajan: y muestran el doliente interior a los demás. Pero esto, hasta cierto punto, es un recurso válido: para muchos producir arte parte de una necesidad catártica. Y verse publicado para leerse sirve para dialogar con uno mismo. ¿Cómo sabemos quiénes somos en realidad sino es saliendo al exterior? He llegado a pensar (y hasta aquí irrumpo yo, autor de este post), que es sano y necesario para un aprendiz verse publicado, tanto para un cineasta llegar al corte final de lo filmado. Y dada la cantidad de blogs que pululan desde que estos existen, ¿cuántos lectores puede tener un post por demás doliente comparado con el público que convoca un mercadólogo en un jam de escritura?

El showman ya no está ahí para reabrirse una herida, congratularse de sus propios fracasos, o buscar el cálido consuelo de un samaritano, si no para cobrar un cheque. ¿Los temas? Busquen videos en youtube: curioso que un ejercicio de escritura automática devenga en los temas de siempre (he ahí la medida de quienes participan). ¿Ideas? Escasean. Imagínese que el showman tenga la desfachatez de hablar de religión, o política. ¡El público se lo impide!

Escribir, y leer, son y serán siempre ejercicios solitarios. Tal vez no lo fueron cuando el jefe tribal, reunidos en torno al fuego, nos relataba (quién sabe con qué tanto de su creación), el origen del universo. O cuando el juglar iba de villa en villa y de venta en venta ajustando un suceso histórico a las coplas para contarnos lo acontecido allá, en tierras lejanas y desconocidas. Eso fueron los inicios de la literatura, antes de que la tradición oral quedara grabada en la piedra. Los jams de escritura son grabados por una camarita y un micrófono. Pero al contrario de la suerte que corrieron los primeros poemas fundacionales de Mesopotamia, los jams de escritura pasan de ser apenas un acontecimiento breve y efímero. El disc jockey cobra su cheque. El showman vende sus libros, y al final, todos salen contentos. Qué diferencia: la literatura exige lectores, crítica y diálogo. ¿Los shows? Público, oídos y aplausos.

 

pynchon  A Thomas Pynchon le gustan los jams tanto como le gustan las cámaras.

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