El bostezo como crítica literaria

¿Por qué no me gustó Cómo me hice monja de César Aira? ¿Por qué un autor argentino venerado y respetado por medio mundo alcanzó apenas a entrar en la categoría de lo infame que leí el año pasado? Cuando terminé de leer la última frase de su breve novela, me pregunté y no dejé de preguntarme el por qué algo como eso había representado, en su momento “un terremoto literario”, como reza el texto de la contraportada debió salir de la chistera de algún frustrado redactor de Era, la editorial.
Mi texto no pasa de ser un simple comentario sobre la novela de Aira. Aclaro que no soy crítico literario ni teórico literario ni investigador literario. No me paso el día en bibliotecas polvosas ni me gano ni me he ganado el sueldo quincenal trabajando para nada relacionado con los libros, el periodismo o la literatura. Lo único que puedo ofrecer como razones son un listado de cosas que me disgustaron al momento de algo que se supone placentero (aunque ciertas novelas sean exigentes, a veces la exigencia deriva en reto y luego en placer):
1.- Tengo la noción de que el narrador contó nada realmente importante: berrinches infantiles, el síncope del padre, la muerte del heladero, los días niño Aira/narrador/monja en un hospital, luego en la escuela, escuchando la radio, sus alucinaciones, y la venganza final de la esposa del heladero me hundieron en el más pesado de los sopores.
2.- El descuido prosístico. Agradezco cuando un escritor se ha tomado la molestia de trabajar sus frases, eliminar las muletillas y utilizar más palabras del diccionario para darle variedad a su discurso o lograr mejores descripciones. Esto no es condición para que una novela sea buena, excelente, en fin, para que me guste o no; pero sí me es preocupante en una novela breve, de apenas noventa y nueve páginas, y más cuando parece una anécdota rellena de paja.
3.- Que el narrador se refiera a sí mismo en femenino (niña/monja) mientras que los demás personajes lo hagan en masculino podría ser la respuesta que ando buscando para contestar a la preguntar de porqué Cómo me hice monja fue un “terremoto literario”. Supongo que a más de uno le pareció osado; a otros liberador. No lo sé, porque la razón de que el protagonista, el niño Aira, se convierte en monja después de morir dentro de una batidora industrial me pareció más una broma boba que un juego literario. Para juegos literarios, digo yo, Continuidad de los parques, de Cortázar.
Tal vez la novela sea un éxito para aquellos que practican el psicoanálisis, la quiromancia, la lectura del tarot y demás disciplinas seudocientíficas. Más de un freudiano habrá advertido esta u otra desviación, y los sueños y delirios del niño/niña/monja Aira se han de usar hasta para pronosticar el comportamiento de Wall Street. No sé hasta dónde puede llegar el delirio de un lector. Pero sí sé lo caprichoso que puede ser para calificar una obra literaria como buena o mala: se inventa algo llamado teoría, se estudian las partes, se compara con la tradición, se miden, se sopesan, se sacude al sol como una alfombra vieja, todo para ocultar que el bostezo es, debería ser, también, en su ausencia o presencia, una herramienta eficaz de valoración.

sleeping El mozo de la foto ha dado su veredicto sobre Stephen Hawking.

Comentarios

Romek Dubczek ha dicho que…
jejej me encanta tu ironía. El texto de tu perfil es genial! Tienes que promocionarte más, sin duda.
un abrazo
Яaƒ ha dicho que…
Me has quitado las ganas de leerlo je...
Anónimo ha dicho que…
Dormirse leyendo un libro, como el mozo de la foto, no tiene porque ser necesariamente un veredicto, puede ser simplemente cansancio,

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