Omaha ya no es suficiente

El trabajo es aburrido. El viaje al trabajo es aún peor. El camión del servicio urbano que tomo (desconozco que verbo se conjugue en América del Sur) con puntualidad religiosa de lunes a viernes a las 8:25 a.m. para llegar a la oficina a las 9:00 a.m. alcanza niveles escandalosos de indecencia: lo cual habla de lo pésimo que es el servicio de transporte colectivo en esta ciudad (miento, Jalapa o Xalapa no es una ciudad: es un grupúsculo informe de aceras rotas, avenidas estrechas, feos edificios, cableado eléctrico maltrecho, parques descuidados e instituciones culturales faltas de mucha imaginación).
Hoy a media tarde, sentado en esa oficina por todas sus esquinas detestable (el aire se enrarece), navegando por internet me enteré (o me entero: el tiempo suele ser relativo), que Conor Oberst, después de su nada despreciable Conor Oberst, álbum homónimo por si puede malinterpretarse, ha decido guardar sus Bright Eyes y plantar los pies en las asperezas de la tierra: los sonidos no son perfectos, son más bien orgánicos, son eso, tanto folk más country y algo de gospel, casi como plantar los pies desnudos en Tepoztlán, Morelos, lugar donde “The Mistyc Valley Band” vio la luz , banda de la que el bueno de Oberst se apoya para una segunda ronda de whisky y tequila y mezcal y peyote: Outer South.
¿Qué tiene México que atrajo a Burroghs, Kerouac, B. Traven y a tantos otros ciudadanos primermundistas? Cuando Omaha ya no es suficiente siempre tendremos Tepoztlán.
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En la foto, el bueno de Oberst.

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