El ruido, las reinas y su furia...

Un muy querido amigo mío, me dijo que los jóvenes de ahora están (estamos) llenos de ruido y de furia. No sé exactamente que quiso decirme con sus palabras porque, han de saber que, ese dicho alude a dos cosas principalmente, a un famoso título de una obra de William Faulkner llamado precisamente así “El Ruido y la Furia” y a su vez, nuestro novel escritor, tomó prestado esas palabras de una obra de (¡Oh dios!) William Shakespeare. Confieso con toda la sinvergüenza del mundo que no he leído ni lo primero ni lo segundo y no sé exactamente de qué obra del escritor de Macbeth tomó Faulkner esa frase, y mucho menos sé en qué contexto. Claro, ni tampoco sé de qué trata en sí esa obra de Faulkner. Pero lo qué sí sé con toda claridad fue la razón de las palabras de mi querido amigo (cambio el nombre) Giovanni.

Sucede un día que estábamos pasándola súper en el chat, entre chismes, bromas pesadas y subidas de tono, pics de besos, abrazos y demás, cuando de repente la conversación se tornó obscura y difícil. Comenzamos a adentrarnos en terrenos peligrosos de las confesiones personales. Esa noche no me sentía anímicamente bien del todo. Por muy diversas razones. Así que para desahogarme (por mala suerte no tenía una de Corralejo cerca), le conté una de mis tantas peripecias y pato-aventuras. Le dije (mecanografía, más bien) que una mañana tranquila mañana de (no recuerdo bien, ¿agosto?, ¿octubre?) esas tantas de aquellos mis días en la universidad (y sin haber ligado aún) que me encontré con unos tipos gays (vestidas, reinas del ejido) en una esquina comiendo antojitos mexicanos (las clásicas grasientas y nada saludables gorditas, empanadas, tocos de milanesa, de res, de puerco, de buche). Los vi a lo lejos y los reconocí porque, han de saber, después de vivir varios años por esa cuadra, llegué a reconocer de vista a varios de los vecinos. Sólo uno de esos chavos era mi vecino, y el otro su fiel amigo de siempre (me los topaba muy a menudo juntos cuando salía yo por las tardes rumbo a la universidad). Nunca los conocí personalmente, sólo de lejitos (como dice mi madre). Y ellos me conocían de la misma forma, así que nuestro trato era recíproco. Volviendo al punto, esa mañana decidí salir temprano porque mi ración de latas de atún se había agotado y no tenía nada para desayunar. El estómago me ordenaba a ir a la tienda de la esquina por unos submarinos marinela y un yogurt de fresa (nada light, por favor). Claro, nada podía salir mal. Si el día anterior me había sentido bajo por alguna razón (la verdad era porque ¡aún no tenía pareja!), la esperanza de un nuevo día me levantaba los ánimos, y claro, las tareas pendientes. El caso es que el plan era: 1.- Pantalones arrugados, los Converse All-Star rojos, un playera X y una sudadera, también X, para salir vestido, ah, y un mal cocido gorrito. 2.- Caminar el camino largo de mi depa a la tiendita de la esquina. 3.- Dar los buenos días al tendero, agarrar mi mercancía, pagar y 4.- Despedirme del tendero y recorrer el camino de vuelta. 5.- Degustar, ¡jaum! El plan no salió así. Los hechos que sucedieron fueron, a excepción del número 1 que es idéntico, de la siguiente forma:

2.- Había dos caminos para llegar a la tiendita de la esquina, ya que quedaba atrás de mi cuadra, así que era por la derecha o por la izquierda. Tomé el segundo camino, por motivos desconocidos (“Los motivos permanecen ocultos, sólo sabemos las consecuencias”. ¡Oh maestro Tarantino!). Hubieran querido los dioses del Olimpo que la infortuna no merodeara por el vecindario, pero la maldita desgracia se hizo presente. A la mitad del camino hay una esquina que es necesario doblar y en la que siempre están las marchantas que venden los antojitos mexicanos a los que aludí anteriormente. Pero oh, my godness, esos chavos ahí estaban también, comiendo, como dije. Nada podía salir mal, verdad, porque antes de ese punto nunca había (habíamos) tenido ningún tipo de contacto (ni del tercer tipo) con ellos. Así que como si nada, sólo debía pasarlos de largo. Pero ellos no, ellos se percataron de mi presencia. Me reconocieron al caminar (nada tendría del malo en ver a un vecino con el que no te llevas caminar por tu cuadra). ¡Y se burlaron de mí! ¿Qué? Sí, así como les va, se burlaron por motivos ocultos. Pero la consecuencias fueron tremendas carcajadas (¡ojala y se les hubiera atorado el grasiento tamal que tragaban!), y burlas desmedidas. ¿Qué si me di cuenta? Claro, al instante. No dejé de caminar y me hice el desentendido. ¿Qué cómo me di cuenta que se burlaban de mí? Bueno, porque hice contacto directo con ellos, de ojo a ojo. Me seguí de largo y dentro de mi cabeza dije ¡malditos maricones de m***da!

3.- Di, con desgana, los buenos días al tendero, tomé los submarino y el yogurt. Pagué y salí dando las gracias.

4.- Caminé el camino de regreso a mi depa, pero por el otro lado, para no toparme con ellos. Es más, casi corrí porque lo que más me interesaba era llegar rápido.

5.- Aventé la bolsa de mi desayuno por un lado y desconsoladamente (vivía sólo) me tumbé en la cama preguntándome las razones de la desgracia.

Años después conocería a mi querido amigo Giovanni que me explicaría los motivos de aquellos y me ayudó a resolver este pequeño trauma.

Giovanni trató de resolver el misterio y me dio la siguiente hipótesis de por qué esos dos desconocidos adolescentes gays se habían burlado de mí sin conocerme más que de vista. Primero por mi apariencia. Y mi look a todo esto es y ha sido siempre la despreocupación por verme bien. Greñero, peinado con los dedos y agua, barba de varios días, ropa con la talla perfecta, el mismo par de zapatos (Converse All-Star o climbing shoes marca Flexi Country), pantalón de mezclilla azul sin nada de tratamiento especial en la tela (Levi’s, Oggi o Furor). Playera de un solo color y nada de marcas que salten a la vista (¿Prada? ¿Armani? ¿Dolce&Gabbana? ¿Etro? ¿tú y cuantos imbéciles más?). Ese es mi look de universitario muerto de hambre de siempre. Y ese es mi forma gay de vivir la vida. Ahora bien, el look de ellos:

Los común en los dos: bien afeitados. Mientras que uno llevaba el pelo bien peinado con gel hacia atrás, el otro lo tenía pintado de rubio, no muy largo y un poco rizado. Ambos bien fashionistas, calzaban zapatos bien lustrados, eso sí. Y el color de la ropa era un poco llamativo, pero siempre con la camisa o playera dentro del pantalón. Uno de ellos llevaba el pantalón un poco acampanado (ah cómo me cuesta describir un look que no es mío) Y algunas veces los había visto vestir ropa de marca (a lo mejor eran imitación, qué voy yo a saber). Pero una cosa si los define más, tanto en su look como en sus modos de caminar: todas unas reinas, diosas del barrio. Y no tengo nada contra ellos, créanme. Entonces mi amigo Giovanni me dijo:

“Mmm… Ya veo. Los jóvenes de ahora estamos llenos de ruido y de furia. Estamos llenos de códigos, modismo y maneras que supuestamente debemos seguir. Nos la pasamos imitando lo que otros nos dicen y todo para formar parte de un grupo, de una comunidad. Dejamos de ser auténticos callando nuestro estilo y adoptamos formas y estilos de otros. Nos meten ruido en la cabeza para no oír nuestra voz. Y entonces reaccionamos con furia ante los diferentes”.Sí, esa fue la razón, se burlaron de mí porque sabían bien a bien que yo era gay (cómo una vez me dijo un amigo: la putería se huele), pero muy diferente a cómo según ellos un gay debe ser. En aquel momento lo único que sentí fue rechazo, por los que se supone no debieron rechazarme. Y yo que temía que los bugas me rechazaran, vaya cosa. Así como les dije, mi amigo Giovanni determinó en esa hipótesis. Si alguno de ustedes tiene una hipótesis diferente o preguntas más sobre mí o el incidente, comenten, que para eso estamos. Pero antes de terminar, les dije que nada tengo en contra de los amanerados, sino más bien, estoy en contra de los que te rechazan o se burlan de ti sólo porque no piensas, vistes o escuchas la música que ellos quieren, en contra de aquellos que no les gusta lo diferente, gay o no gay, buga o no buga, amanerado o no, priísta o no priísta, lo que sea. Lo que hay que alabar y defender es la diversidad, ¿no creen?

Comentarios

tigger_df ha dicho que…
En definitiva me gusta en demasia o que escribes y como piensas esto fue algo de lo que mas me llamo la atencion " Nos la pasamos imitando lo que otros nos dicen y todo para formar parte de un grupo, de una comunidad. "

Toda la razon del mundo, tendemos a criticar a los que no estan de acuerdo con nosotros o que viven la vida de la misma manera que nosotros, por eso a esto no se le puede llamar comunidad gay... y claro no es un problema solo de los gays es del ser humano en general.

Gracias por deleitarme con lo que escribes nuevamente.

Saludos desde el defectuoso.

tigger
tigger_df ha dicho que…
Claro que te hare promocion para mas gente te lea pero tendras que escribir un poco mas seguido no lo crees?

jaja

saludos

TIGGER
Joel Langarika ha dicho que…
chido tu blog, vine llegando del de tigger y me gusto, te visitare seguido. saluos desde mis mares.
tigger_df ha dicho que…
Bueno mi querido travis, siguiendo tus importantisimas indicaciones me dirigi a descargar la cancion que me indicaste y tengo una sola observacion !!!FASCINANTE!!! me diste en el clavo y debo confesar que me dedicare a bajar musica de el... gracias nuevamente... por enseñarme algo mas... y de la platica de ayer caray... para eso estamos...

saludos...
Rommy ha dicho que…
totalmente de acuerdo. Respecto a los Gays nada contra ellos, en la diversidad esta el gusto ¿no?.
llegué a qui por el blog de Joel, pero seguiré viniendo por mi cuenta.
Besotes y muy buena talla, anécdota.
chau
Juan Ignacio ha dicho que…
Me encanto lo que escribís. Está bueno conocer otras miradas y sensibilidades de lugares tan diferentes y que a la vez son muy similares. Llegué a través de Putoyaparte y ha sido una grata sorpresa. Te dejo mi Blog para intercambiar esas miradas. Saludos! decaqueer.blogspot.com

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