Confesiones, parte I

Esto es justo para el blog que pretendo escribir, o sea éste, llenarlo de reflexiones o de simples historias, pero como no supe que publicar primero decidí escribir un mensaje de bienvenida, que ahora debe quedar justo debajo de esto. Bueno ¿qué escribir? ¿Qué escribir? Déjenme recordar unos momentos, un segundo, dos segundos, tres segundos… ¡Zaz! Algo me llega a la mente. ¡Sí! Lo recuerdo, el lugar en donde estaba, de cuando aquella mi primera vez después de 7 largos años de abstinencia, con la pierna estirada medio desnuda, con la sábana arrugada bajo mi dorso y sintiendo el calor de su dedo en un torrente de placer. Sí, sonrío, volteo y le veo a los ojos. Algo pretende, algo pretendo y lo hacemos, justo en ese momento. Decir el nombre de mi hombre en este idilio sería descortés, así que le llamo Peter. Sí, él, Peter, me echa los brazos en cima y le respondo, sin dejar de besarlo. Siento su respiración, cerca, más cerca de mi oído, quema mi piel, me dirijo a su mirada, una sonrisa enfrente de otra. Algo pretendo y tal vez no lo espera, tal vez algo deseamos, me acerco hasta que su imagen se pierde. Me acerco más y traspaso su frontera. Nos fundimos, no lo distingo, pero no es suficiente, sólo lo siento, poseyéndome, con sus manos en mi espalda, en mis nalgas. Cada vez más y más fuerte, Príapo contra Príapo. Imbécil, justo en ese momento ¡Pum! Otro pensamiento, repentino, ahí, ahí, cuando no debí pensar en nada. Llega y se queda, se postra, se apodera e inhibe mis sentidos ¡Soy un estúpido! ¡Cómo puedo pensar esto ahorita! Peter, Peter sabe mi preocupación, lo siente, sus ojos han entrado en mi mente y ve, siente lo que pienso.

Me alejo, despego mis labios de los suyos y me tiro desconcertado en la cama, viendo la luz del foco del pasillo de afuera, que irrumpe en el techo de la recámara. Por fortuna disimulo y regreso. Esto no se ha acabado. Algo pretendo, algo pretende. Enrollamos nuestras piernas, pero el mounstro del pasado no se va, no lo ahuyento. Vive conmigo, se alimenta de mí. Peter lo siente, o no lo sabría decir con certeza. Ahora el miedo, siempre el miedo, la incertidumbre. El miedo al mañana, ¿qué va a ser mañana? ¿Después de cómo lo viví? Mi infancia, eso es lo que llegó, las memorias de mi infancia. Esa felicidad que viví sin control, a todo lo que dio la vida. Una, dos, tres, cuatro veces. Fue hace demasiado tiempo. Y si supieran mi edad (23) demasiado tiempo sería demasiado tiempo. Sí, tal vez, la próxima vez que publique sabrán cómo viví mi infancia, mi salto a la pubertad, ya que algunos (no muchos la verdad) me han preguntado ¿y cómo supiste que eras gay? Creo, comienzo mi explicación, de la misma formas que todos lo hemos sabido. En algún momento de nuestras vidas. En alguna etapa, más que nada, cuando dejamos de ser niños. Sí, cuando se acaban los juegos infantiles y los cochecitos.

Ésta vez el sexo no fue bueno, ¿por mí?, no lo sé, pero no será bueno tampoco las próximas veces, porque habrán (hubo) otros encuentros, a escondidas como siempre. Ya, otra vez de vuelta al presente, recuerdo que eran las 2:00 de la madrugada. Sí, demasiado tarde. Mañana, las tareas, incompletas, no resueltas. Los amigos de la facultad. Se levanta, se viste y yo hago lo mismo, me pongo el boxer y un short. Se dirige al baño y me tumbo en la cama, cerrando los ojos. Nos damos la mano y un último abrazo. Nos decimos hasta pronto y lo veo alejarse, por el pasillo, a oscuras. Cierro la puerta del departamento y me tumbo en la cama pensando ¿habría de bañarme hoy o mañana?

Comentarios

tigger_df ha dicho que…
Me gusta la manera en la que escribes espero que lo hagas mas seguido...

saludos.

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