Diez años

Hace diez años abrí este blog, el 17 de diciembre

No fue mi primera página personal. Ya tenía otros, pero éste, al que llamé La Puta Historia, lo abrí en específico para publicar sobre temas gays. Hace diez años fue también el año de mi graduación de la carrera de ingeniería. Fue el año que tuve mi primer empleo, de cuya primera encomienda, recuerdo bien, fue ir y venir en una oficina burocrática fotocopiando planos de proyectos. Vivía en Xalapa. Rentaba un cuarto de pensión que estaba en la azotea de una casa de cuatro pisos. Mi cuarto no tenía puerta con pasador, pero se detenía en el quicio porque no embonaba. El quid era cuando entraba un “norte”, esos salvajes vientos que corren desde el Canadá hasta Cancún, y hacían batir la puerta como puerta de cocina de restaurante en temporada alta. Como estaba tan arriba, no había árbol que llegara a mi estrecha morada, pero el viento sí pagaba recio en el ventanal. Además la azotea estaba tan al descubierto que era necesario salir a la intemperie y bajar mojado por la escalera de herrería en época de tempestades. Debía bajar a zancadas para guarecerme en el pasillo del piso inferior.  Unos días después, cuando la masa de aire gélido ya había pasado por Xalapa, amanecía entonces azul y despejado, y era visible el Cofre de Perote. 

La ciudad era más fría. Era verano pero las noches eran frías. Las tardes eran frías. Las mañanas eran frías. El agua era helada. Bañarme era un temblor de dientes. Podría haberme regresado a Veracruz, donde mis padres, pero ya le había tomado un sentimiento a la ciudad, por lo que dilaté mi regreso. Permanecí en Xalapa, no obstante el frío y las humedades. Ganaba lo suficiente. Comía en fondas y me sobraba. Viajaba a Veracruz cada semana y me sobraba. Iba al cine solo y me sobraba. Gasté en aditamentos para mi PC y aún veía billetes guardados en mi maleta. Pero el trabajo no duró. Sabía que era un trabajo pasajero. Que había entrado porque la empresa necesitaba personal para terminar un proyecto. Entonces el proyecto terminó y yo, junto con algunos compañeros que entremos al mismo tiempo, fuimos despedidos. Entonces regresé, otra vez, a casa de mis padres. Llevaba algo de dinero, que no duró. Volví a tener otro trabajo, en el último tramo del año, con quien era mi asesor de mi abandonada “tesis”, y recuperé un poco mis ahorros. 

Por las últimas semanas de aquel 2006, ya desempleado, en la era pre-Facebook, abrí este blog porque quería (¿quiero?) ser escritor. Ingeniero civil, apenas, pero con aspiraciones literarias. Entonces, con muchos ánimos  abrí este blog. Quería lectores. Y los lectores estaban aquí, en la red. Quería ser leído, porque no conocía a nadie de mi círculo de amigos de la carrera a quien pudiera interesarle lo que escribía, y cuando lo hice no me satisfacían los comentarios, siempre mínimos y desinteresados. Entonces tenía que ir donde estaban los lectores. Cierto es que casi por los primeros post llegaron. Era el boom de los blogs. Todo mundo tenía uno. Todo el mundo quería uno. Así es que no sería raro que llegaran los comentarios. Al principio no muchos. Nunca millares. Ni centenas. Ni  tampoco decenas. Pero sí eran más de cinco. Y más de cinco lectores eran cinco veces más que lo había tenido nunca. Cada comentario era un aliciente. Cada visita, un impulso. Así era, así fue, por aquel diciembre de 2006.

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