2011, un año que se fue leyendo
Lo infame
9 | Ciudad de cristal | Paul Auster |
Lo fallido, superficial
8 | La costa de los mosquitos | Paul Theroux |
Lo pretensioso
7 | La fiesta del Chivo | Mario Vargas Llosa |
6 | Cacheo | Dennis Cooper |
6 | Nocturno hindú | Antonio Tabucchi |
Lo divertido, inteligente, estimulante
5 | Sarah | J.T. LeRoy |
5 | La última oportunidad | Richard Ford |
4 | Esperando a los bárbaros | J. M. Coetzee |
4 | El libro de arena | Jorge Luis Borges |
4 | La Violeta del Prater | Christopher Isherwood |
4 | Bola de sebo y otros cuentos | Guy de Maupassant |
4 | El eternauta | Héctor G. Oesterheld, Francisco Solano López |
4 | Ampliación del campo de batalla | Michel Houellebecq |
4 4 | El hombre ilustrado Un año pésimo | Ray Bradbury John Fante |
4 | El glamour | Christopher Priest |
4 | Los demasiados libros | Gabriel Zaid |
4 | El lugar sin límites | José Donoso |
4 | Contraluz | Thomas Pynchon |
4 | Cuestión de valores | Morris Berman |
4 | Todo un hombre | Tom Wolfe |
3 | Job | Joseph Roth |
3 | La tía Julia y el escribidor | Mario Vargas Llosa |
3 | El lamento de Portnoy | Philip Roth |
3 | Los papeles de Aspern | Henry James |
3 | Cantar de ciegos | Carlos Fuentes |
3 | Cosmonauta | Daniel Espartaco Sánchez |
3 | Benito Cereno | Herman Melville |
3 | Manhattan Transfer | John Dos Passos |
3 | La maravillosa vida breve de Óscar Wao | Junot Díaz |
3 | El señor de las moscas | William Golding |
3 | La llama doble | Octavio Paz |
3 | Las palabras perdidas | Jesús Díaz |
3 | Corre, Conejo | John Updike |
Lo no sé dónde estoy, qué día es, ni cómo me llamo
2 | Respiración artificial | Ricardo Piglia |
Lo clásico, sublime, innovador
2 | Narraciones extraordinarias | Edgar Allan Poe |
2 | Bullet Park | John Cheever |
2 | ¡Absalón, Absalón! | William Faulkner |
1 | Meridiano de sangre | Cormac McCarthy |
1 | El satiricón | Petronius |
1 | La estepa y otros relatos | Anton Chéjov |
Libro del año
1 | Herzog | Saul Bellow |
Como cada año, el autor, editor, administrador, regente, gerente y crítico de este su blog nos estrega la lista de los mejores y peores libros que leyó en el año anterior. La Puta Historia, en un fehaciente compromiso con sus lectores, y tras insidiosas llamadas telefónicas, mails, toques en la puerta de su casa, mensajes en FB y TT, mensajes directos a su celular, aceptó una brevísima entrevista en ocasión de su post. Sólo se incluyen sus respuestas:
-¿Cómo se lee a un autor difícil? Atendiendo a la máxima china del caminante (¿sabes si es realmente china?, en fin): frase tras frase. Sólo así podrás adentrarte a su complicada red de largos enunciados, palabras, referencias bíblicas, geografías fantásticas, digresiones, monólogos internos, etc. Faulkner no está tan difícil, si ya has leído a varios latinoamericanos […]. Bueno, bajo toda esa tupida prosa se esconde una morbosa anécdota familiar, inolvidable porque el profeta del Sur te obliga a pensar la lectura.
-Esa novela es como una precuela a “El arco iris de gravedad”; podría decir que se complementan: son casi similares, pero este vez Pynchon nos cuenta la historia de una familia (tres hermanos y una hermana, y su madre, y la de su padre asesinado), los Traverse, en pleno apogeo de Siglo de los Descubrimientos, el positivismo científico y todo lo anterior a la Primera Guerra Mundial. Sí, sí, hay juegos literarios, tan propios de Pynchon. Como cuando los personajes centrales leen las historietas de la Saga de Los Chicos de Azar. Claro que primero crees que Los Chicos del Azar están en el mismo plano narrativo que la familia Traverse, pero estos emprende un viaje en globo hacia el centro de la Tierra. Sí, sí, como Jules Verne, pero muchas páginas después descubres que son personajes literarios, aunque al final todos confluyen. Muy Quijotesco, pero juegos mejor logrados los tiene en Mason y Dixon, a mi parecer.
-Bueno esa de Junot Díaz la puedo resumir en una frase sacada de la propia novela: “no somos mas que 10 millones de trujillos”, y habla del ineluctable efecto y peso de la Historia sobre un individuo. En este caso, un improbable niño nerd, obeso y negro dominicano de Nueva York, ligado a Rafael Leónidas Trujillo, el líder de ese régimen militar apoyado por los Estados Unidos. Usando terminología de la literatura fantástica (“es como quitarle el anillo a Sauron”, me acuerdo ahora), y de los cómics, es que Díaz logró lo que la novela de Vargas Llosa no pudo con sus métodos narrativos un poco anticuados ya. Por eso su fiesta del Chivo no llegó a buenos lugares. Díaz le ganó.
-No, no, no. Ese es otro Díaz, ya muerto. Era cubano exiliado. Es anterior y mejor a Bolaño. En mi opinión, Las palabras perdidas es una revisión crítica de la mayoría de los escritores latinoamericanos, y también toca el tema del efecto que tienen las dictaduras sobre la libre expresión que por derecho deben tener los ciudadanos. Es muy irónica, y cruel al final. Yo insisto en que Díaz fue mejor que Bolaño. ¿Que qué? Bueno, tú preguntaste.
-Auster no me merece ningún comentario. Es tan parco.
-McCarthy, a pesar de ser el más críptico de esa lista, al final resulta ser el más diáfano, en cierto sentido. No es difícil de leer, pero son las acciones de los personajes en las que hay que poner atención. Y en los simbolismos. Ese demonio blanco que es el implacable juez Holden alude rápidamente a la ballena de Moby Dick. Pero el juez Holden puede ser cualquier forajido como los hubo en esos primeros años del Siglo XX, ladrones y traidores, que se brincaban la frontera como cualquier cosa. Sí, el Meridiano… es un libro pesimista.
-Cheever, los dos Roth, Updike, Coetzee, el joven Espartaco Sánchez, todo ellos, en gran o menor medida, herederos de Chéjov. Sí, hay que leer primero al ruso. Cheever es incluso más lírico; el Roth se centra más en el drama de la clase media americana judía, y Updike en su parte cristiana y protestante. Y Fante en su parte católica e italiana. No, Dos Passos es únicamente descriptivo. Describe escenarios, objetos y personajes sin opinar sobre ellos; hasta podría decir que su Manhattan no tiene un argumento, o historia central, pero lo tiene.
-¡Ja, ja, ja! Algún día me voy a arrepentir de todo esto…
-…
-No me hagas caso -proseguimos-. Sí, tengo una deuda con las novelas gráficas. El Eternauta es un buen ejemplo de una historia en sci-fi, pero escrito con un trasfondo actual. No puedo leer esa historia y no pensar en la dictadura militar argentina. Bueno en Argentina, antes que en México, ya se leía a Bradbury y otros clásicos del género. Sí, dos libros esta vez, encontrados en librerías de viejo. “El hombre ilustrado” se divide en fábulas magistrales, pero no, Priest es un tanto más pretensioso, o más que nada, para fans.
-Mira, Bellow fue el más grande intelectual de la narrativa gringa, tanto que podía ironizar sobre ese ser “inteligente”, y Moses Herzog es su alter ego. Mejor terminemos con una frase de Pritchett: Herzog es un intelectual anclado a un lugar y tiempo equivocados, y por lo tanto se ve obligado a actuar como un payaso. Esto último podría hacer pensar que se trata de una novela divertida, pero todo lo contrario: payaso en el sentido de hacer el ridículo. Bellow nos empuja con él hasta el límite de la condición humana, si es que hay tal.
-¿Que qué? Pues… puede ser. A mí Tabuchi me pareció, como Auster, un vacío juego de referencias metaliterarias, como dirían las académicas. Adiós.
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