Anecdotario de Ana María
Esta noche será diferente, me lo he propuesto. Le dije a Sara “Ya lo verás Sara. Lo verás”. Ella como siempre, respondió con un largo suspiro, un “jummm” y un abaniqueo de sus uñas recién pintadas. La odio, nunca me pone atención. Pero no la culpo, no tiene tanta suerte como yo, no sabe escoger a sus clientes. Está insatisfecha, su novio, el Raúl, la dejó por la teibolera esa pelos de elote. Se lo advertí, es una tonta. Yo, en cambio, no ando pavoneándome con hombres de dinero. No valen la pena. Nomás andan picando aquí y allá y apenas un día y no te rasuras las piernas, te botan. Bueno, pobre Sara. Mario dice que se está volviendo vieja.
Me olvido de ellos. Me acomodo las pantis, un último vistazo al espejo. ¡No! Ese color no me queda, lo sabía. Está demasiado púrpura. Bueno, qué importa. Se hace tarde. Las jijas de su madre deben estar esperándome. Agarro mi bolso, le doy de comer a Picho, mi chihuahueño, el único hombre de mi vida y salgo del departamento.
Doña Fíngida, lavando los chones de su viejo y con los ojos puestos en el corredor, carraspea la garganta, parece que dice adiós, buenas noches o ya te vas de puta. No entiendo, prefiero imaginar que dice que me regresará pronto los 200 pesos que le presté hace dos semanas. ¡Ay qué frío! 10 de la noche. Me miro las zapatillas, demasiado rojas, ay, qué importa. Me meto un chicle a la boca y me voy caminando por la estrecha banqueta.
Siempre me acuerdo de Sara, a veces se pasa de pendeja, pero ni modos, pretendo que la quiero. La otra noche se subió al auto de un chamaco. Cuando estaba apoyada en el cristal de la puerta a medio bajar, la tomé del brazo, le dije “Sara, no seas tonta”. El güey preguntó “¿cuántas monjitas por las dos?” Ay niño, le dije, no cambio pañales. Pero esa babosa se subió, y muy sonriente, se largó con él. Recuerdo me dijo que estaba ardida porque ya habían pasado horas sin que pescara algo. Al otro día, resultó que el muy pendejo durmió a la babosa de Sara y terminó robándole dinero. Allá la tuve lloriqueando que el Mario la regañó. Yo también quería darle sus cachetadas, más cuando resultó lo del Raúl. Pero para mí, esta noche será diferente. Por fin llego. La misma esquina y el mismo semáforo. Apenas aparezco y los polis se suben a su patrulla y se van. Me han dejado la amplia y ancha calle para mi solita. ¿Ana María? Eso dice un trozo viejo de papel amarillento. A esta hora, la luna me bautiza Bárbara.
Wendy,
Un auto se acerca a la esquina. Estoy segura. El semáforo está en verde y pudo irse así sin más. Y allí no hay nada más que cortinas metálicas cerradas. Baja el cristal de la puerta del copiloto. Las cuatro hacemos pasarela. Pero las tontas no me hacen competencia. Aprieto el culo y levanto los pechos. Una mano sale de la oscuridad del auto. Me señala y yo me acerco. Las otras murmuran dolidas. De repente una señal de alarma. La mano está desnuda. No escandalosas esclavas de 24 kilates, no anillos con diamantes ¡no nada! Puta, estoy jodida, ya me trepé y este güey no ha de tener ni en que caerse muerto. Ni modos. Me dije que esta noche será diferente y así será. Pero el auto es bueno. Asientos de piel, sexy, siento sexy bajo mis piernas.
“Hola papi”, le digo. No contesta. Pasan los minutos y luego pone la radio. Cierro las piernas, subo un poco la mini falta y me pongo el bolso encima. Saco mi espejo y me doy una revisada. A lo mejor es por el color del labial. Demasiado púrpura, ¡lo sabía! ¡Lo sabía! No hay pedo en el ejido. Ya estoy trepada preguntándome a donde me lleva éste. Unos minutos más tarde dice “Travis” y me tiende la mano, “mucho gusto. ¿Y tu eres...?”. Bárbara, le digo, reina de la noche papi. “Así que Travis, ¿de donde eres? ¿Gringo?” Me contesta con una sonrisa. Está nervioso. Creo que daré clases esta noche, el menso está nervioso, es primerizo. Nos acercamos a un hotel. Vaya, el Crowne Plaza, el vato tiene lana. Bueno, no le hará falta. Pide una suite. Subimos por el ascensor y hago por tomarlo entre los brazos y no hace más que sonreír estúpidamente. Ya está algo viejo para ser tan tonto. Lo entiendo. Es un mátalas callando. Lo sé, cuando son muy machos los jijos de la chingada no duran ni un palenque y luego se quedan dormidos. A éstos los conozco, nunca se cansan, y son buenos amantes. Noche de suerte. “Ay por qué tan callado”. Y no contesta, pero está guapo. Sí, esta noche será diferente.
Entramos al cuarto. Tiene jacuzzi. Estoy contenta. “¿A qué te dedicas Travishio?”, le pregunto. En eso llega el room service. Vino blanco. Sirve dos copas. Brindamos y al fin contesta. “Soy escritor. Mira, no quiero sexo, pero te voy a pagar. Mira, dos mil quinientos pesos para empezar y si te quedas hasta el amanecer te daré tres mil pesos más. A lo mejor y es poco. Me han dicho que luego es más. Bueno tú sabrás. Mira ten, la primera parte. No, bueno sí. Quiero que… hummm… que charlemos. Tú sabes. Vamos a, a tomar vino o sino te gusta otra cosa, no sé, ¿cerveza? Bueno, no sé tu dime. Ok, ya sé. Bueno, primero dime qué piensas, te parece bien. Yo… yo sé que a lo mejor y ustedes buscan sexo pero humm… no creo o más bien creo que lo que quieren es la lana. ¿Es eso no? Bueno por el dinero no te preocupes. Dime, ¿qué opinas?”
Apenas iba a sentarme en el filo de la cama dispuesta a abrir un poco la piernas pa’que el güey se anime y me suelta toda esa perorata. Me quedo amensada, tonta. ¿No quiere sexo? ¿Pero quién carajos cree que es? No sé qué decir. Me ofrece mucho más que lo que el Mario pudiera imaginarse. Pero esta noche no quería dinero. “Guárdate tu dinero”, le digo. Me voy quitando la blusa, lentamente, como aprendí en el Cesar’s Palace, pa’que se le pare. Lo veo tomar otra copa. Me mira horrorizado. “No, no, no, por favor, no hagas eso. Mira, no sé como hacerlo con mujeres… tu me entiendes, ¿no?” “Ay papi, vente, déjame saludar al presidente”, le digo. Me acerco y le meneo al mandatario. Me detiene, pero alcanzo a sentírsela. Lo sabía, buen amante. “Primero toma el dinero”. Le contesto “no quiero el dinero, esta vez será gratis”. “¡Qué! ¡¿Desde cuando las putas no cobran?!”. Me dice el muy pendejo. “No, toma el maldito dinero. Sólo hazme compañía. ¿OK? No quiero sexo, no eso no, nos quedaremos aquí, charlaremos de lo que quieras, bueno te haré preguntas ¿va? Sino quieres contestar no contestes”.
Harta y cansada de insistir, le lloriqueo: “¿Por qué todos los hombres son unos pendejos? Maldito maricón de la mierda, ¿qué no ves que no te quiero cobrar? Dame una noche de pasión, sólo eso quiero, sexo. Al Mario le apesta la boca y apenas se monta y se viene bien rápido y se cree el muy macho el baboso. Hoy es mi cumpleaños. La pasaba con mi madre pero murió hace dos meses. No tengo a nadie más en el mundo. Estoy sola.
Comentarios
Chamaco siempre un placer leerte !!
tigger
Te abrazo,se feliz
mil besos y nos vemos
En la lógica de tu historia se nota que ni siquiera tú lo sabes, y eso se nota inmediatamente en el cuento, se ve que no supiste bien cómo resolver ese problema en la historia y lo dejaste por la paz sin siquiera tratar de remediarlo y se le nota una gran incoherencia en la lógica, y digo, esa parte es importante porque es el elemento que mueve el cuento, después, te flató revisar más a las prostis, ciertas descripciones cómo las del chicle son lugares comunes y clichés.
Otro: la historia si bien está escrita desde el principio está sostenida en otro lugarzote común: el típico rico que se lleva a la prosti y se hecha para atrás y sólo quiere platicar con ella, el final también es bastante común, al final no hacen nada y nada pasa; dicen en el teatro que es mejor partir de un lugar común que llegar a él, y en este caso partes del lugar común y llegas a él. Sin embargo hay dos frases que me parecieron buenas:
sexy bajo las piernas y "a ésta hora la luna me bautiza Bárbara".
Por cierto otra observación:
en qué momento ésta prosti se enamoró o se encaprichó y por qué??' lo único que alcanzo a leer es que la tipa medio lo desprecia, medio le cae bien pero al final parece como si ya se hubiera enamorado, digo: 1 no le quiere cobrar, 2 comienza a llorar de coraje. Creo que esa reacción tal y cómo está caracterizado el personaje es completamente ilógica.
[...] me confundió cuando se siente decepcionada porque el tipo no se le ve tanto dinero cuando saca la mano y no hay cadenas, y luego dice que el auto se ve que es bueno, se me hace raro que si esa noche no pretendía cobrar se fije y externe esos detalles.
Y luego le dice llorando al escritor que sólo quiere sexo y pasión, y creo también que eso es ilógico pues su profesión le da sexo todo el tiempo, malo por lo que dice el personaje, pero sexo al fin, entonces me confunde que ésta mujer parezca buscar un encuentro "diferente" y al final pide sexo, y sólo eso.
Volveré (Que dijo MacArthur y no volvió, pero yo, sí. Lo prometo)
Un abrazo
Paz/